20061220

Final

Cuantos Dioses invocados y reyes sin trono, los magos fueron urgidos en la melancolía del conjuro y los reinos desamparados ardieron en su lujuria por mil años más, hasta que el profeta de la noche le madrugó al olvido y decretó la luz en medio de la soledad, para darle nuevos estandartes a la senectud del fuego. Ahora más que nunca vivo del aura que brota en las orquídeas, bajo la mirada de una estatua de azafrán, por donde las llamas con un temblor de hojas, son arrastradas por el aliento del huracán que vino a conversar con el miedo.